Rodeada de una naturaleza abrumadora; palmas y aguacateros; inmensos e imponentes ríos que son los lazos de comunicación entre pueblos, allá donde las carreteras no llegan.
Imagina un lugar donde el ser humano todavía vive en simbiosis con la naturaleza. Donde la gente es amable con aquel que llega; donde no se posee mucho, pero se comparte todo lo que se tiene; donde reina la sencillez de vivir.
Este lugar existe y es un poblado llamado El Muyo, situado a las puertas de la selva amazónica peruana. Es exactamente aquí donde se encuentra la Casa Hogar Amazonas; como ellos suelen decir, “la casa que siempre permanece con las puertas abiertas”.
Nuestro proyecto social está situado por lo tanto en la región nororiental del Perú, más concretamente en el distrito de Aramango, provincia de Bagua, departamento del Amazonas (aprox. 1200 km de la capital Lima).
La colocación de este rinconcito del mundo llamado El Muyo es fascinante debido a la ubicación en la ribera del río Marañón, importante afluente del majestuoso río Amazonas.
Su geografía se caracteriza por tratarse de una zona muy montañosa, de clima cálido y húmedo. Si bien es cierto que su naturaleza es exuberante y maravillosa, la presencia de abundantes lluvias a lo largo de todo el año ocasiona frecuentes inundaciones, las cuales afectan negativamente a la accesibilidad de las muchas aldeas situadas en las alturas de los montes.
Desde una perspectiva socio-económica, el Centro Poblado El Muyo y sus alrededores tienen una situación económica muy precaria ya que la mayoría de la gente local posee una economía de subsistencia. Haciendo referencia a la actividad económica, la gran mayoría de la población se dedica a la agricultura y a la ganadería de subsistencia. Además, para la explotación de las tierras se utilizan todavía métodos muy rudimentarios que exigen un gran número de horas de trabajo para obtener al menos una pequeña cantidad de cosecha que les permita sobrevivir.
Es importante saber también que la mayoría de las familias cuenta con un gran número de hijos/as a los/as que alimentar y mantener, lo que impide que los padres puedan garantizar a veces la educación de éstos/as y supone, además, que en muchos casos los menores no tengan otra alternativa que la de abandonar la escuela para ayudar a trabajar en la tierra y colaborar, de este modo, con la economía doméstica.